No cabe duda de que Ronda es una de las ciudades más hermosas de Andalucía y presume de estar, año tras año, entre las más visitadas de la comunidad. Llegar a Ronda es llegar a un paraíso protegido por barreras naturales que han hecho de ella la joya que es hoy. Es por esta razón por la que prácticamente todas las civilizaciones que han pasado por esta tierra se asentaron también en Ronda y trataron de mantenerla en su poder.
De Ronda se dice que es la ciudad que nunca fue conquistada por los cristianos durante la Reconquista. No porque no llegaran a hacerse con ella sino porque lo hicieron a través del engaño y no de las armas. Es maravilloso escuchar estas historias al otro lado de la Alameda, junto a un barranco de más de 150 metros de caída. Justo allí se encuentra el famoso “balcón del coño”. Y es que es raro asomarse a esta ventana que da a cuatro parques naturales (el de Grazalema, el de los Alcornocales, el de la Sierra de las Nieves y el del Genal) y no dejarse llevar hasta dejar escapar esta y otras expresiones.
Ronda es un destino tanto para aquellos que tienen poco tiempo (con un par de días se puede disfrutar de muchos de los encantos y atracciones de este enclave) como para quienes quieren relajarse allí durante varios días. Y es, al mismo tiempo, un destino para jóvenes, familias o jubilados. Hay opciones tanto para quienes buscan aventura como para aquellos que prefieren un tiempo de relax. Todo tipo de viajeros pueden encontrar allí su lugar y disfrutar de una amplia oferta.
Mi recorrido empieza en la Plaza del Socorro. Allí, donde nuestra esencia de andaluces cobró, en cierto modo, más identidad. Fue precisamente en ese lugar, en el círculo de artistas, donde en 1918, de la mano de Blas Infante, se aprobaran la bandera, el escudo y el himno de Andalucía. Y es justo allí donde podemos encontrar un monumento a nuestra tierra, un rincón que trata de recordarnos que es más lo que nos une que lo que nos separa y que somos, en conjunto, una tierra rica y llena de maravillas. Como aquel cuerpo al que faltándole tan solo uno de sus miembros, ya no sería el mismo cuerpo.
Pues aquí, en el Socorro, con el sol calentando los cuerpos arrecidos de final de diciembre, comienza este recorrido. ¿Y qué mejor manera de comenzarlo que con un buen desayuno? Algo tan simple como esto se puede convertir, para quienes venimos de las prisas y el bullicio en el que nos envuelve el día a día, en un reflejo del paraíso en la tierra. Dedicarle un tiempo a llenarse de energía en este lugar es invertir en uno mismo. En esta misma plaza está La taberna, un restaurante muy recomendable para comer o cenar. Pocas veces me han atendido tan bien en un establecimiento en el que además, los platos eran exquisitos (y de la tierra). Aquí está también la Parroquia de Nuestra Señora del Socorro, para aquellos a quienes les guste visitar iglesias. Precisamente otra iglesia llena de historia se encuentra a pocos minutos caminando, junto a la Alameda del Tajo. Es la Iglesia convento de la Merced. Se trata de un edificio del siglo XVI con una escalinata para acceder a ella. Actualmente sigue siendo un convento habitado por algunas monjas a las que se les puede comprar dulces que ellas mismas hacen y que te venden por un torno. Cada vez son menos los conventos de clausura en los que esto se da y por ello tiene cierto encanto. La iglesia se puede visitar pero si hay algo que llama la atención de extraños y curiosos es que aquí se encuentra la mano incorrupta de Santa Teresa. En el mismo torno en el que se piden las pastas o mantecados a las hermanitas, puedes solicitar la llave de la pequeña capillita en la que tienen dicha reliquia. Es curioso enterarse de que el general Franco la guardó durante años en su dormitorio a modo de amuleto y que tras su muerte, como hubiera prometido, fue entregada a las monjas de este convento. Muchos fieles llegan hasta aquí por devoción al apéndice de la santa y otros muchos lo hacen por morbo o curiosidad. Sea por lo que fuere, es uno de los lugares que más atrae la atención de la ciudad. El convento es uno de los edificios más bonitos de la misma, conserva parte de la que fuera su distribución inicial y su fachada es la imagen de muchas de las estampas de quienes visitan Ronda.
Justo al lado del convento se encuentra la Alameda. Otro de los lugares de interés de la ciudad. Aquí se confunden los rondeños con los turistas. Niños que corren tras su pelota o que van de un lugar a otro con su patinete pasan junto a grupos de turistas que escuchan atentamente cómo el guía de cualquiera de los free tour que se ofertan en Ronda te cuenta su historia y algunas de sus curiosidades. Una de ellas alusiva a la estatua de Pedro Romero (que vista desde su izquierda y en determinada posición, nos cuenta el guía con una risita socarrona, parece dejar ver el atributo masculino del torero donde en realidad sujeta lo que parece el estoque). Pedro Romero, para quien no lo sepa, fue un importante torero de la localidad y al cual se le atribuye ser el padre del toreo tal cual se conoce hoy en día. Fue además quien inauguró la famosa plaza de toros de Ronda, en un acto que conmemoraba la conquista de los Reyes Católicos. Es él, junto con su familia, quien introduce el término de corrida goyesca, que recibe el nombre del ilustre pintor maño.
Uno no puede irse de Ronda sin pasear arriba y abajo por la Alameda y asomarse al mundo en los balcones que hay al final de la misma. Párate. Cierra los ojos. Respira el aire fresco de las montañas. Escucha el silencio que se confunde con los ecos de conversaciones lejanas, los acordes de guitarras que cantan entre los jardines o las notas que escapan de algún violín que sueña con Ronda. Y aquí imagina aquellos años en los que judíos, cristianos o musulmanes miraron al mismo horizonte que tú miras ahora. Imagina cómo desde Setenil (a apenas 20 minutos de Ronda), de la que nos cuentan que fue la primera ciudad en ser “bombardeada” con un ataque de pólvora generalizado, escapan algunas personas que extenderán bulos que, unidos al aislamiento que sufría la ciudad y a toda una campaña de engaños y tretas ingeniosas, harán que finalmente Ronda se rinda.
Desde allí puedes continuar tu camino por el paseo de Blas Infante. Pasarás el teatro de Vicente Espinel y llegarás a los jardines que rinden homenaje, junto a la plaza de toros, a Ernest Hemingway y a Orson Welles. Son muchos quienes se sorprenden precisamente de esto. ¿Qué tienen que ver estos dos escritores norteamericanos con la ciudad malagueña? Pues mucho y es que fueron dos embajadores de Ronda. Dos enamorados de España y de Andalucía que la llevaron al mundo cuando el aislamiento del régimen franquista nos tenía ocultos de las miradas de muchos. Fueron precisamente ellos quienes mostraron otra España, de la que se habían enamorado, y quienes, de un modo u otro, pusieron su granito de arena para que nuestra tierra formara parte del destino turístico de muchos americanos y europeos. Tanto amor tenían a esta tierra que Orson Welles pidió que sus cenizas, una vez falleciera, vinieran a reposar aquí. Y así fue. Aunque muchos lo desconozcan, Welles descansa en la finca que los Ordóñez tienen en Ronda.
El paseo nos lleva, irremediablemente en este punto, a la plaza de toros, la Real Maestranza de Ronda. Tanto para quienes les gusten los toros como para aquellos que no son seguidores de ellos, la plaza de toros de Ronda es, junto al Puente Nuevo, el estandarte de esta ciudad. Una plaza de toros que solo celebra tres corridas al año ya que el resto del tiempo está abierta a los turistas. Merece la pena visitarla, pisar sus arenas y pasear por el tendido de arcos infinitos. Conocer la historia de una de las familias más relevantes en el mundo del toreo y comprender lo que esta plaza ha significado para esta ciudad.
Frente a la plaza, haciendo esquina con la carrera Espinel, se encuentra el hotel Catalonia. Sube hasta su terraza y disfruta de una copa frente a una de las vistas más impresionantes de Ronda. No tiene desperdicio.
La carrera de Espinel (conocida por los rondeños como la calle de la Bola) y los alrededores están llenas de tiendas en las que curiosear y pasar el rato.
También muy cerca de allí pero en dirección a la Plaza de España, está el principal atractivo de Ronda: el Puente Nuevo y el Tajo. Muchos son los que se dejan llevar por la confusión y creen que es el Tajo el río que atraviesa estas mesetas. Precisamente recibe el nombre de tajo por el corte que hacen sus aguas en la piedra. Pero es el Guadalevín el que riega la tierra. El puente se construyó después de que un puente inicial se desplomara. Tiene más de noventa metros y es el mayor reclamo que tiene Ronda. Para construirlo hubo que llegar a un acuerdo con los monjes del convento de Santo Domingo, que cedieron, después de varios acuerdos, parte del mismo para que el camino atravesara sus terrenos. Hoy puede verse desde uno de los extremos del puente, que la carretera que lo atraviesa no es recta ya que hubo que desviarla al lugar en el que estaba el claustro del convento. Se conservan algunos restos del mismo (puede verse un arco a un lado y al otro parte de lo que fue el edificio inicial, hoy restaurado y con un nuevo uso). Mirando hacia la zona vieja, pueden admirarse los jardines de Cuenca, el puente viejo y el Palacio del rey moro con su mina de agua. Todos estos lugares son visitables y merecen la pena.
Atravesando el puente hacia la calle Armiñán se entra en la zona vieja de Ronda. Desde allí puede llegarse a los múltiples museos que tiene la ciudad (el museo del bandolero, el museo Lara, el de fauna salvaje…) y conocer la Ronda romántica. Un monumento a la misma nos recuerda los encantos que muchos escritores y artistas vieron en ella. Caminando desde allí y bajando la cuesta de Santo Domingo, llegas a la casa del Rey Moro, al palacio del marqués de Salvatierra o las ruinas de la Alcazaba. Todos ellos edificios monumentales. Del palacio del Rey Moro destaca su jardín y la mina de agua (en la que trabajar se convertía, en la época, en uno de las tareas más esclavizantes a la que uno podía acceder y que acababa con la vida de muchos). El jardín está ubicado en un entorno inigualable, a distintas alturas y con vistas al tajo. Fue diseñado por Forestier, el mismo que diseñara los jardines del parque de María Luisa, en Sevilla.
Si se sigue el camino que traíamos, Ronda se convierte, a cada paso, en un lugar más mágico. La gente va desapareciendo, el ruido y las voces de los turistas se extingue, la calle se hace más empinada y en la calzada aparecen más piedras. El puente árabe, el puente viejo, los baños árabes o la ermita de San Miguel son algunas de las maravillas que vas encontrando a tu paso. Son rincones que no todos visitan y que regalan estampas inigualables. Espacios desde los que empaparse de la Ronda antigua, de sus orígenes y los de quienes pasaron por aquí. Si las vistas desde los múltiples miradores del Puente Nuevo merecen la pena no la merecen menos las del puente viejo. Atraviésalo y llega a la fuente de los ocho caños. Vuelve unos pasos atrás y adéntrate en los Jardines de Cuenca. Detente y mira a tu alrededor. Disfruta de las vistas y de la paz que te regala el entorno. No tengas prisa, no quieras correr. Pocos lugares turísticos te pueden regalar momentos como los que regala Ronda. Encuentra cada uno de los rincones de este jardín y encuéntrate tú en ellos. Y si para cuando salgas notas ya que tu estómago pide comer, sube por la calle Virgen de los Remedios hasta el bar El Lechuguita. Es una taberna antigua que está siempre a rebosar. Un punto excelente para hacer una parada en el camino, tomar una cerveza, un vino o lo que a cada cual le apetezca y pedir alguna de sus tapas. Todas muy baratas y muy buenas. No puedes irte de Ronda sin tomarte algo aquí. ¡Cuidado con los horarios, cierra más o menos pronto!
Si volvemos a la calle Armiñán y buscamos la Plaza de la Duquesa de Parcent podemos llegar hasta la iglesia de Santa María la Mayor. Fue elevada, en su día, a la categoría de Colegiata y por unos pocos euros se puede hacer una visita que incluye las cubiertas de la misma. No suele haber mucha gente y ofrece unas vistas preciosas de la ciudad. La iglesia está construida sobre la antigua mezquita aljama de Ronda y conserva aún el que fuera su morabito. Es curioso descubrir cómo parte de una de las fachadas de la iglesia tiene una zona que parece sin terminar de construir. Esto no es una casualidad y es que en muchas iglesias de la época se dejaba una zona “a medias” porque había una ley que excluída del pago de ciertos impuestos a aquellas iglesias no finalizadas. Por eso esta y muchas otras dejaban una parte en la que la obra parece sin acabar.
Junto a la iglesia está el Ayuntamiento de Ronda, que en otras épocas fuera cuartel o cárcel. Esta plaza era el centro de la vida de la Ronda de los musulmanes, el centro de su medina. Donde hoy se encuentra el convento de María Auxiliadora estuvo el que fuera alcázar de Ronda pero Napoleón, por temor, lo mandó destruir.
Paseando por esta zona de la ciudad uno puede apreciar cómo hay casas que parecen unidas de tres en tres. Y es que durante la conquista de Ronda, muchos nobles quisieron tomar partido y tener su recompensa aquí. Cada uno de ellos recibió tres casas musulmanas.
Ronda es esto y mucho más. Tiene multitud de hoteles por precios muy asequibles. El albergue de los molinos, bajo el Puente Nuevo o el parador. Tiene iglesias y palacios. La casa de Don Bosco o miradores de ensueño. Se puede bajar hasta la Puerta del Viento para tomar fotos del puente desde otra perspectiva o quedarse a medio camino, en un pequeño saliente desde el que muchos curiosos se llevan su recuerdo de esta ciudad.
Además, para los más aventureros hay multitud de actividades de aventura: trekking, barranquismo… Ronda es una ciudad con muchas opciones. Opciones para todos los gustos. Pero, sobre todo, es un lugar por el que perderse, por el que pasear y dejarse empapar por siglos de historia que han hecho de ella la que es hoy.
Visita Ronda, no lo dudes, pero visítala tranquilamente, sin prisas, sin agobios. Déjate abrazar por su brisa y por los ecos de los relatos sobre bandoleros, sobre moros y cristianos. Sobre amores y desamores. Respira el aire de Ronda y llena tus pulmones de la esencia de una Andalucía auténtica.