La historia de Circe es la historia de un mito y, como todos los mitos, supone un doble viaje. Uno hacia un pasado lejano de un mundo en construcción, un mundo que coquetea entre la realidad y la ficción. Pero supone también un viaje hacia uno mismo, hacia lo que el mito representa y el reflejo que tú encuentras en él.
Como reza su contraportada, la historia de Circe es una historia de la que conocemos el final y, aún así, nos mantiene fieles a ella página tras página. Por ellas circula todo un abanico de personajes que forman parte de nuestra cultura. Personajes con los que hemos crecido, de los que hemos escuchado cientos de historias. Unos se nos dibujan simpáticos y cercanos. Otros son seres casi infernales, fríos y sin corazón. Pero todos forman parte del imaginario común y de las bases sobre las que se construyó nuestra cultura.
Entonces, ¿qué hace de este libro una historia nueva o especial? Quizás la voz que la narra. Tal vez el punto de vista desde el que se sitúa. Cuando somos capaces de acompañar a una diosa desde la ignorancia más absoluta hasta el descubrimiento de todo su potencial realizamos, en cierto modo, también nosotros ese recorrido.
Circe viaja como lo hace Odiseo, con el que se encuentra y coquetea. Con él construye parte de su propia historia y va descubriendo quién es. ¿Quién no se ha encontrado un poco más a sí mismo viajando con las historias del héroe? ¿Quién no ha subido a ese héroe a un pedestal? Pero en esta ocasión, Odiseo no es el hombre perfecto que siempre se nos dibuja. Ahora escuchamos a otros tantos que por lo general permanecen callados. Cada uno tiene su parte en la historia y supone una parada en el viaje de la protagonista. Prometeo, Dédalo, Ícaro, Telémaco, Penélope...
Con ellos viajamos por los escenarios de la antigua Grecia. Por los reales, los que existieron, aquellos de los que aún podemos respirar el polvo de la tierra que rodea sus ruinas y soñar, pero también por aquellos que la mitología y los cuentacuentos han ido creando para nosotros.
Circe es una heroína. Pero lo es no por su poder sobrenatural sino por el camino que le lleva a descubrir ese poder.
Se siente sola en muchas ocasiones. No comprende. Emprende viajes, unos a la fuerza, exiliada por los de su propia sangre. En otras ocasiones lo hace movida por el deseo de encontrar, de encontrarse, de arriesgarse a vivir, aunque ello pueda suponer la muerte. Es entonces cuando más viva se siente. Cuántos viajes emprendemos o emprenderemos en nuestra vida movidos por ese mismo deseo.
Si hablo de este libro en esta web es porque quien lee a Circe es capaz de acompañar a una mujer al viaje más apasionante de su vida. Es aquel que le hace descubrirse como mujer libre. Aquel que le hace romper, con muchas dificultades, con sus propios miedos y ataduras. Circe vive en un mundo que han construido para ella, un mundo que no es real. En el que nadie es quien parece ser. Y es ella misma quien debe ir descubriéndolo, descubriéndose y dejando a un lado la imagen que han querido transmitirle. Muchos se esforzaron para que no fuera consciente de su potencial. Muchos no creyeron en ella. Muchos la traicionaron, la subestimaron o la dejaron sola. Pero ella supo encontrarse cara a cara con el alma de aquellos que eran rechazados o que normalmente no llevan la voz cantante en los cuentos que nos han contado. Los ignorados, los olvidados, los que no valen. Y fueron precisamente esos encuentros los que le llevaron a encontrarse consigo misma. Esos encuentros. Las luchas con su propio ser. Muchos sinsabores pero muchas alegrías. La ternura de quien le enseñó a amar. El cariño de quien construyó algo con sus propias manos para ella. Circe representa la fuerza que nos llena cuando descubrimos un nuevo mundo. A veces incluso cuando únicamente lo intuimos. El relato de Circe es, en cierto modo, el relato de todos aquellos que se atreven a salir de casa, a dejar sus comodidades y a encontrar su lugar en el mundo.