Siete mil quinientos sesenta y cuatro kilómetros. Caras, muchas caras. Rostros desconocidos que resultan amigos. Un pálpito. Cerrar los ojos durante el día. Recuerdos que huelen, que saben a sabores nunca antes probados. Flores amarillas alrededor del cuello. Cláxones. Horn, please. Niños. Un país lleno de niños. Una música sonando en mi cabeza. Aguas sagradas. Ríos. Peregrinos. Pisadas eternas en una tierra desfigurada. Pisadas de mármol. Los pasos descalzos de siglos de historia. Sonrisas que hacen sonreír. Miradas. Mil miradas. Recelosas. Curiosas. Profundas. Furtivas. Seguras. Nuevas. El orgasmo de cada sentido. Recordar que son cinco. Un sol que se pone en un lienzo descarado. Cábalas para volver. Pasar una y mil veces por los mismos lugares dentro de mí. Sentir la sangre con un tono diferente, con más vida. Adrenalina. Calles anónimas, huérfanas, a las que nadie puso un nombre. Más calles. Calles de todos. Calles que son dormitorios, salas de estar o cuartos de baño. Colores. Un arco iris impreso en esas calles. Arrugas. Pieles duras. Pieles que son de algodón. La destrucción del color carne. Un abanico de tonos infinito. Estar. Esperar. Encontrarnos. Desencontrarnos. Descubrir. Sudar. Voces. Un poema recitado por el viento. El roce de ese poema. La piel erizada. Silencio. Silencio lleno, a rebosar, a borbotones. Silencio que es nostalgia. Nostalgia, India, de ti.