Narrar fue, desde el comienzo de los tiempos, un arte. El fuego acercaba los cuerpos para abrigarlos con el relato de mundos y personas cercanos o extraños. A las mujeres se las relacionó desde el comienzo con la costura. Lo que muchos desconocen es que no fue por los pañuelos o telares en los que bordaban con finos hilos de colores. Fueron ellas, sobre todo, quienes fueron hilando una a una las palabras para construir muchas de las grandes gestas. Fueron ellas quienes calentaron sus hogares en noches infinitas con sus voces. Quienes tejieron la imaginación de miles de niños, día tras día, siglo tras siglo, con sus cuentos. Y entre todas ellas destacará siempre una, Sherezade. Ella es, por encima de cualquier otra cosa, la mejor narradora que nunca existió. Ella, que se libró de la muerte y acabó con la maldición de un pueblo condenado a quedarse sin mujeres. Ella que, cada noche, con el relato de sus mil y una historias, fue ablandando el corazón más duro. Ella cuya voz sonó hace más de diez siglos entre las dunas de los desiertos de Oriente. Las mil y una noches es, más que ningún otro, un viaje. A veces por mar, luchando contra las olas o dejándose arrastrar a islas lejanas por la corriente. Otras por cielo, a lomos de criaturas mágicas. A veces a pie o en el transcurso de un segundo. Adentrarse entre sus páginas es viajar en una caravana interminable por mundos que no dejan de sorprender, de maravillar. Es dejar tus huellas en largos caminos de arena. Saltar de Egipto a Afganistán en pocas líneas. Llegar al Irán de los persas, recorrer sus callejuelas. Enamorarse de esas calles, de los zocos, los bazares, los grandes palacios de los sultanes o embriagarse con el olor de las especias que escapan entre las letras.
Este libro es una segunda oportunidad para tierras hoy castigadas. Es un acercamiento. Un ahondar en los orígenes de multitud de pueblos llenos de historias y arrasados hoy por los tanques, las bombas y las balas. Es una oportunidad de mirar con los ojos de un niño el relato de unos países de los que hoy muchos temen o desconfían. Dejarse insuflar un aliento que te encandila de repente, que te hipnotiza y te hace buscarlos en el mapa, soñar con recorrerlos. Las mil y una noches esconde, además, la verdadera historia de muchos de los cuentos de los que otros se han adueñado. Aladino no es una creación de Hollywood, el genio no es azul y Simbad navega por mares que lo ahogan una y otra vez pero que al mismo tiempo lo devuelven a casa.
Todos los cuentos que aquí se recogen son, en realidad, un compendio del imaginario común. Muchas de las historias con las que nuestras abuelas nos hacían pasar las horas y que nos acercaron por primera vez a rincones del mundo de los que jamás habíamos escuchado hablar respiran entre estas páginas. Todos hemos crecido y soñado, sin saberlo, con los relatos que salvaron el cuello de Sherezade. Y todos, queriendo o sin querer, hemos viajado a estos escenarios en algún momento de la infancia. Por eso, porque muchos de nuestros primeros viajes los hicimos con este libro sin ser conscientes de ello, hoy se convierte en un imprescindible para aquellos que aman viajar. No hay más que abrir la primera página para comenzar a sellar tu pasaporte.